Consumir alimentos de proximidad
Alimentación 24 septiembre, 2021 No hay comentarios en Consumir alimentos de proximidadLa proximidad, el concepto que hace referencia a aquellos productos que recorren la mínima distancia posible entre la granja o la cosecha y la mesa donde se consume. Algunos ejemplos clásicos de productos de proximidad en España son los plátanos de Canarias, los aguacates de Vélez-Málaga, los pimientos de piquillo de Lodosa, la miel de la Alcarria o los tomates rosas de Barbastro.
Uniendo ambos conceptos, alimentación de temporada y de proximidad, ofrecemos un fuerte apoyo a la economía local y a una forma sostenible de producir alimentos.
Los productos de proximidad y su huella de carbono
Una de las primeras ventajas que se plantean sobre la compra y consumo de alimentos de proximidad es que cuentan con un impacto menor en el medio ambiente: a diferencia de los productos importados, que recorren grandes distancias desde los lugares de producción y suman emisiones de CO2 por kilo de producto (la unidad estándar para medir la huella de carbono de un producto); los alimentos de proximidad mitigan esta huella ecológica al reducir el transporte. Esto, que en la mayoría de los casos es así, puede tener algunos matices que explicaremos más adelante.
Enrique Barquero, director del Departamento de Biología Ambiental de la Universidad de Navarra, explica que una de las principales ventajas de la alimentación de proximidad es que “evitan añadir gasto de energía porque reducen el transporte”.
Si los productos han requerido un transporte más corto —o incluso nulo—, Barquero plantea que “deberían ser más económicos al no haber costes indirectos”. Pero esto no siempre es así. ¿Por qué?
El tecnólogo de alimentos Miguel Ángel Lurueña explica en su libro Que no te líen con la comida que, en general, “los costes de producción son muy bajos”, por lo que los alimentos de proximidad sí suelen resultar mucho más baratos para el consumidor o más rentables para el productor original. Pero su camino de la huerta a la mesa no siempre es el más ecológico ni rentable.
Luis Lassaletta, investigador en agricultura sostenible en el Centro de Estudios e Investigación para la Gestión de Riesgos Agrarios y Medioambientales (CEIGRAM), ejemplifica situaciones en las que un producto de proximidad emite más CO2 por kilo que otro venido de más lejos: “En los cargueros gigantescos que vienen de Nueva Zelanda o América meten tal cantidad de producto que, aunque sean diez mil kilómetros de transporte, la emisión de dióxido de carbono por kilo de producto asociada al transporte por mar es muy baja”. A su vez, puede haber casos de productos de proximidad que requieran ser almacenados para que se conserven y consuman en otro momento del año, lo cual también tiene un impacto ambiental a considerar.
Es por ello que el investigador incide en que analizar exclusivamente el impacto ambiental de un producto supone un análisis incompleto y no debería ser lo que más pese a la hora de escoger productos de proximidad, “a pesar de que, intuitivamente, pudiéramos pensar que es mejor desde el punto de vista del transporte”.